martes, 17 de julio de 2007

Amigos, amigas, queridos todos y todas


Ya, ya sé que los viejos tiempos en los que éramos estudiantes y salíamos todos juntos no volverán. Como los de la fotografía, tomada por no sé muy bien quién allá por 2003, cuando Igor estaba en los Estates.

¿Y qué? Tampoco me cambio ahora que soy un adulto aburrido (como fui un joven aburrido) e hipotecado. Pero de lo que más orgulloso me siento es, sin duda, de seguir llamando “amigos” y “amigas” a las mismas personas desde hace ya unos cuantos (y buenos) años.

Sois todos vosotros, los que recibisteis un e-mail que decía que había un blog abierto para que nos mantuviéramos en contacto aunque estuviésemos lejos y bla, bla, bla.

Y aquí estamos. Más o menos juntos (yo lo prefiero a “más o menos separados”). Lo curioso es que, en esta cuadrilla, sólo a tres nos ha faltado la oportunidad (en mi caso el arrojo) de salir de la pequeña comarca que forman Portugalete, Santurtzi y Ortuella: a Josu, a Ibon y al que más os aburre desde este blog.

Pero aún hay una cosa más curiosa, y es que el que más lejos se ha ido es uno de nosotros tres: vive en Santurtzi y el otro día tuve el honor de que me invitara, junto al propio Josu, Igor y Estefanía a un chupito de whiskypiña (o piñiwhisky, pero estaba bastante rico, por cierto).

Ibon es de esos tipos que uno quiere tener cerca: es divertido, siempre tiene historias raras para contar y teorías científicas que ha leído y que son de lo más surrealistas, una imaginación bárbara que nos ha tenido entretenidos durante años los domingos por la tarde, una capacidad de trabajo que le permite organizar él solito (o casi) una txozna (si, Fran, esos bares en la calle que tanto nos gustan, ¿o cómo los llamaste?) y, sobre todo, tiene un sentido de la amistad y la lealtad de esos clásicos, como un caballero.

He leído por ahí, en esos pestiños con los que trabajo, que un conflicto siempre se complica y que, normalmente, los elementos del mismo evolucionan, se transforman o se convierten en otras cosas. Vamos, que todo se hace un zurullo de los gordos y nadie sabe qué ha pasado o pasará, sólo un poquito de lo que pasa.

Y lo que le pasa a este pesado que ve esta foto, sonríe todas las veces y encima os lo cuenta, es que echa de menos a Ibon. Pero voy a ser fiel a mi forma de ser y voy seguir siendo pesado, acercándome a hablar con él y con quien sea sólo por compartir unos minutos.

Yo el año que viene quiero que seamos más, bastantes más, en la comida de la virgen de la Guía. O que estemos todos en la próxima boda (aunque no tenemos pinta de que las vayamos a empalmar, la verdad), pero lo que más me gustaría es que también estuviera Ibon. Pero, sobre todo, que él esté con quien desea en todo momento.

Un abrazo a todos y que paséis buenas vacaciones, allá donde vayáis, pero dejadme que el más especial se lo dé a él. Ese abrazo, Ibon.