martes, 15 de mayo de 2007

El Relato


Aquella mañana me acosté pensando en el sombrero que me pondría al despertarme, parecía algo incongruente, ni yo lo comprendía, pero no era la primera vez que aquel despreocupado gesto me costara demasiado. Mis sueños como de costumbre fueron los más vívidos que hubiera tenido hasta el mumento, pensaba que nunca dejarían de incluir más y más detalles inquietantes. Aquella noche fui el jinete de una criatura alada salida del pedazo de fantasía que quedaba incrustado en las fibras más antiguas de mi cerebro. Sobrevolé los tejados de una ciudad híbrida, las casas estrechas y adosadas, estrujadas de forma que las ventanas y las puertas se estrechaban y estiraban hacia la cumbre de tejas. Las calles medievales, empedradas descendían incomprensiblemente hacia una extensión de tierra urbanizada, vestida de lentejuelas y botones de oro que desde el aire proyectaban los edificios futuristas más desafiantes. Mi sensación era de control total, de júbilo, el roce del aire, la suavidad de la piel del ser asemejado a una raya marina, la sangre queriendo salirse del cuerpo forzada por las piruetas más gráciles e intrépidas jamás dibujadas en los cielos del onirismo.

Para quien lo necesite...


DEFENSA DE LA ALEGRÍA
Defender la alegría como una trinchera defenderla del escándalo y la rutina de la miseria y los miserables de las ausencias transitorias y las definitivas
defender la alegría como un principio defenderla del pasmo y las pesadillas de los neutrales y de los neutrones de las dulces infamias y los graves diagnósticos
defender la alegría como una bandera defenderla del rayo y la melancolía de los ingenuos y de los canallas de la retórica y los paros cardiacos de las endemias y las academias
defender la alegría como un destino defenderla del fuego y de los bomberos de los suicidas y los homicidas de las vacaciones y del agobio de la obligación de estar alegres
defender la alegría como una certeza defenderla del óxido y la roña de la famosa pátina del tiempo del relente y del oportunismo de los proxenetas de la risa
defender la alegría como un derecho defenderla de dios y del invierno de las mayúsculas y de la muerte de los apellidos y las lástimas del azar y también de la alegría.